Ciudad de México, 07 de septiembre (SinEmbargo).- México es escenario de una lucha de poderes e intereses en los que el campo es el protagonista. Por un lado, se encuentran las empresas transnacionales, apoyadas en parte por instancias federales como las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y la de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que buscan utilizar el suelo nacional para plantar cultivos transgénicos; en el otro están grupos civiles que pugnan por evitar que esto ocurra y se viole el derecho humano a la diversidad biológica. La batalla se antoja dispareja, pero poco a poco el campo mexicano ha logrado victorias.
Desde hace meses, empresas como Monsanto, Dow AgroSciences, Pionner-Dupont, tienen el campo mexicano en la mira, por lo que la Acción Colectiva de 53 científicos, intelectuales, agricultores, artistas y activistas, así como 22 organizaciones ambientalistas, productivas y de derechos humanos son el frente que trata de repeler los constantes intentos de las transnacionales.
“Sería como cambiar oro por espejitos”, dice René Sánchez Galindo, abogado del movimiento “Sin Maíz no hay país”, al referirse a la importancia de defender el campo de esta amenaza. “Los transgénicos disminuyen la diversidad biológica y ese es nuestro principal patrimonio”.
Por otra parte, agrega que este tipo cultivos son una “tecnología obsoleta, inestable y altamente riesgosa”, lo que contradice la creencia popular de que los transgénicos están a la vanguardia tecnológica. No por nada se trata de una “innovación” que tiene más de 30 años estarse utilizando en el mundo. Así mismo, las compañías que los promueven piden utilizar mayor cantidad de plagicidas, lo que a la larga se traduce en un riesgo obvio para los consumidores.
PROBLEMA DE SENTIDO COMÚN
De acuerdo con Greenpeace, el maíz de diversas regiones de México se encuentra en riesgo de sufrir contaminación genética, “ya que está demostrada la imposible coexistencia de variedades transgénicas y nativas por el flujo del polen y el intercambio de semillas. De igual manera, la organización social advierte que las medidas de bioseguridad para los cultivos transgénicos son débiles “ya que no contamos con un sistema de biomonitoreo, inspección y vigilancia para las importaciones”. En pocas palabras, se trata de un asunto de sentido común comprender las implicaciones negativas que trae consigo la siembra de estos productos así como su autorización.
Recientemente son varias las batallas que se han ganado, aunque el proceso –en términos generales– se antoje largo. La presencia de los transgénicos se ciernen sobre México, aunque no somos los únicos. En Europa, por otra parte, las cosas no son muy diferentes a nuestro país u otras partes del mundo, aunque por un extraña reacción a la lejanía o quizás hasta por un sentimiento de inferioridad disfrazada de admiración, nos parece que el panorama es más esperanzador allá, del otro lado del Atlántico.
Así, tras cuatro años de debate, el Consejo de ministros de Medio Ambiente y Agricultura acordó que cualquier país de la Unión Europea (UE) puede desmarcarse en la implantación de organismos genéticamente modificados. Esto quiere decir que, a partir de ahora, las naciones del Viejo Continente tendrán autonomía para prohibir los cultivos transgénicos en su territorio pese a que estos cuenten con la autorización de Bruselas.
Ya en 2005, la empresa Syngenta se opuso a la prohibición del gobierno suizo sobre los organismos genéticamente modificados, luego de que el 28 de noviembre de ese año, Suiza aprobara una prohibición de cinco años a la plantación de cultivos genéticamente modificados, lo que subraya los problemas que enfrenta la Comisión Europea y las empresas biotecnológicas como Syngenta, Bayer y Monsanto mientras tratan de superar las dudas de los consumidores sobre la seguridad de estos productos.
Fue en 2005 también cuando la Ley de Bioseguridad del Congreso también puso a México en el juego de los transgénicos al prohibir el cultivo en territorio nacional de maíz transgénico, y desde entonces (al igual que ha ocurrido en cualquier lugar en donde se han topado con un obstáculo) empresas como Monsanto, DuPont Pioneer, Dow Agrosciences y el mismo gobierno federal han pugnado por producir transgénicos en territorio mexicano.
Por si fuera poco, a partir de 2009, las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente dieron esperanza a estas empresas para seguir con sus planes al iniciar la etapa de experimentación de la siembra de maíz genéticamente modificado en México. Desde entonces, se han recibido 110 solicitudes para la siembra de dicho cultivo en etapa experimental, y 11 para programa piloto, lo que suma un total de 121 solicitudes.
Por otra parte, dicha resolución sirvió también para que se cultivaran otros productos transgénicos en el país. En este caso, se sembró algodón a escala piloto y soya de manera comercial, aunque el pasado julio el Juez Primero de Distrito en el Estado de Yucatán anuló un permiso otorgado por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) en el 2012 a la empresa Monsanto, que permitía la siembra comercial de soya transgénica en esta entidad.
Así mismo, el 10 de octubre de 2013, el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia Civil del Distrito Federal emitió una medida precautoria, en la que ordenó la suspensión de permisos a empresas como Monsanto, Pionner y Syngenta, entre otras, para la siembra “experimental”, liberación y comercialización de maíz transgénico en el país.
A pesar de todo, los principales involucrados buscan salirse con la suya a como dé lugar.
ESTRATEGIA Y NEGOCIO
“Las compañías dicen que traen más producción y van a donde hay más producción”, dice Sánchez Galindo. Por supuesto, dicha medida se antoja incongruente. ¿Por qué ocupar un lugar en el que no se necesita aumentar el nivel de producto? “Es una cuestión estratégica más que de negocio”, agrega. Sin embargo, un reporte de Greenpeace lo resume de mejor:
“México posee 59 razas y miles de variedades de maíz nativo, que lo colocan, probablemente, como la nación del mundo con mayor diversidad de este grano. Los 62 grupos étnicos de nuestro país y sus ancestros son los creadores legítimos de las variedades del maíz y quienes con su trabajo han conservado la biodiversidad de este grano.”
Según organizaciones civiles, en menos de un año Monsanto en México y el gobierno federal han promovido al menos 60 impugnaciones, entre ellas 14 amparos, en contra de la medida precautoria decretada por el Poder Judicial para detener la siembra de maíz transgénico en México, por lo que la trasnacional busca todo tipo de soluciones jurídicas para evadir esta determinación.
Monsanto y el gobierno federal no son los únicos a los que les incomoda la medida que representa millonarias pérdidas. El más reciente capítulo en materia de cultivos transgénicos fue protagonizado por la empresa trasnacional Syngenta, a quien el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia Civil en el Distrito Federal rechazó por unanimidad el amparo que interpuso para poder sembrar maíz transgénico en México.
Syngenta AG es una agroindustria global con sede en Suiza que comercializa semillas y agroquímicos. Está involucrada en la biotecnología y la investigación genómica. Fue formado en el año 2000 por la fusión de Agronegocios Novartis y Agroquímicos Zeneca. En 2009 a compañía ocupó el tercer lugar en ventas totales de semillas y biotecnología en el mercado comercial. Cuatro años después, en 2013, las ventas en los mismos rubros fueron de aproximadamente 14.7 mil millones de dólares.
Actualmente Syngenta emplea a más de 28 mil personas en más de 90 países y algunos de sus principales competidores son Monsanto Company, BASF, Dow AgroSciences, Bayer CropScience y DuPont Pioneer.
Syngenta cuenta con ocho líneas de producción primaria, entre los que se encuentran insecticidas, fungicidas y cultivos de campo, los cuales incluyen tanto semillas híbridas como semillas genéticamente modificadas, algunas de las cuales entran en la cadena alimentaria y se convierten en parte de los alimentos modificados genéticamente.